Por. Ennio Jiménez Emán
Cuando leo el Diario de Mircea Eliade y cuenta sus investigaciones por casi cuarenta años en torno al mito, el símbolo y las imágenes de las diversas mitologías mundiales, de vez en cuando me viene a la mente el recuerdo de Gilberto Antolínez (quizás el Mircea Eliade venezolano), cuyos estudios sobre mitos y leyendas aborígenes de nuestro país (y de América) develaron brillantemente un mundo cultural rico y trascendente. Eliade afirma en el Diario que después de tantos años sumergido entre culturas y textos “primitivos” o “premodernos”, volviendo infinidad de veces sobre arquetipos, relatos de creación, dioses, constantes míticas, etc., su vida le había parecido dividida en etapas de una larga iniciación donde siempre le acecharon peligros, afrontados y superados, riesgos de perderse en oscuros laberintos donde se “arriesgaba a ser muerto, esterilizado”, pero siempre avizorando un centro. En fin fueron aventuras intelectuales y espirituales donde hubo mucho riesgo existencial. (…)Lo cual me recuerda de nuevo a Antolínez (quien era iniciado masón y gran estudioso del gnosticismo, la teosofía, la cábala). A mediados de los años 80 me confesó lo mismo durante algunas conversaciones que sostuvimos en su casa de la urbanización Coche y en la Biblioteca Nacional, en Caracas. Él sentía, igual que Eliade, que sorteando todos estos peligros y pruebas, debía sobreponerse. Tenía una meta que cumplir, acceder a un “centro” que le deparara una vida espiritual rica y plena. Y seguro que lo logró.
Texto tomado de mi libro Diario nómada. Ediciones Imaginaria. San Felipe, Yaracuy, Venezuela, 2002, pág. 133.
Fotografía: Oswer Díaz Mirelles, 1988. Derechos Reservados. De izquierda a derecha: Néstor Tablante y Garrido, Ennio Jiménez Emán, Gilberto Antolínez (1908-1998) en la conmemoración de los 50 años de la fundación de la Revista Nacional de Cultura. Lugar: Biblioteca Nacional de Venezuela, Caracas, 1988. Esta es quizás la última aparición pública de Antolínez en un evento cultural.