domingo, 18 de abril de 2010
Diálogo con la voz poética de Ennio Jiménez Emán
Por: ALEJANDRO SEBASTIANI VERLEZZA (Fragmento de entrevista en la revista literaria ATENEO, Caracas, 2007).
Alejandro Sebastiani. Foto: E.J.E. 2008.
Nació en Caracas, en 1952. Es Licenciado en Letras por la Universidad Central de Venezuela. A primera vista su aspecto puede reflejar a un hombre reservado, silencioso, acompañado de cierto dejo melancólico, quizá nostálgico, por alguna imagen en este momento incognoscible; pero estaríamos construyendo una descripción vaga e inconclusa si no decimos que esa aparente taciturnidad fácilmente se puede transformar en celebración de la palabra, el lenguaje y el pensamiento, más cuando se encuentra en compañía de aquellos que lo estiman y están signados por lo báquico, lo lúdico y lo onírico. Desde este terreno se desprenden sus incesantes reflexiones sobre la literatura y las artes plásticas, disciplinas que dentro de su concepción no están reñidas y pueden fundirse en una sólida materia.
Asoma ideas que pueden estar alimentadas bajo el influjo de poetas místicos, románticos o surrealistas, forjadas desde el estudio paciente que sólo otorga el tiempo y la experiencia. Expresa que dentro de las profundidades de lo artístico se esconde un elemento sustancial, una materia incorpórea que escapa a los límites del pensamiento racional; pero muy bien sabe que al girar permanentemente en torno al ejercicio de la interpretación filosófica y poética se puede atisbar y con suerte palpar aquello indescifrable, indecible y misterioso que envuelve al hecho creativo; de esta manera abre los surcos hacia el escurridizo terreno ensayístico para encauzar sus preocupaciones estéticas, asombros existenciales, religiosos y filosóficos, que en su caso han desembocado en obras como Las voces ocultas, Diario nómada, Aracné, Notas apocalípticas, y los inéditos lmaginal y La habitación de Jano.
¿Cómo se ha dado el proceso de buscar un propio lenguaje, una propia lengua, para formar su propia voz literaria?
—He ido tanteando a través del infinito tejido lingüístico y al calor de mis propias experiencias y lecturas. He leído bastante, pero a la par he vivido intensamente. No soy un escritor prolijo, que produce abundantemente, profesional; aunque no cuestiono eso, pero en mi caso la escritura es difícil, ardua, dolorosa, fragmentaria. No escribo textos o artículos de un tirón, sino que la escritura en mí adviene por fragmentos, tres cuartillas, por decir algo. Todavía ando en ese proceso, no creo que sea escritor, por lo menos no en el sentido convencional. Soy un lector, un hombre de letras y de pensamiento que voy hilando mi discurso.
¿Cuáles fueron las primeras lecturas? Me refiero a los libros que de alguna manera lo conmovieron...
—Siendo joven leí mucho los cuentos, novelas y ensayos de Cortázar. Rayuela la leí también como un ensayo y como una obra filosófica que me influyó. Creo que me influyeron sus ideas sobre la literatura, que eran muy contemporáneas y novedosas. A partir de él absorbí lo contemporáneo. Siempre he leído también a los buenos poetas de todas las épocas, que de alguna manera deben haber influido en mi escritura, no sólo poética, ya que en algunos momentos de mi vida la he escrito y ahora mismo tengo un libro recién concluido, sino en la escritura ensayística. Hay en mi escritura reflexiva y ensayística un tono como melancólico, un deseo de síntesis, una reflexión a partir de la imagen que considero poéticos. Creo que más bien hago escritura creativa, ensayos de interpretación poética. Por otro lado, creo que también me marcaron los libros de Kafka y de los surrealistas y algunos libros ocultistas y de viajes que leía desordenadamente.
¿Para qué se escribe?, ¿por qué se escribe?, ¿qué lo impulsa?
—Eso es diferente en cada escritor, en cada creador. Se puede escribir por aburrimiento, para llenar el vacío, para no morir, para amar, para no dejar de amar; para alucinar, para pelear; por razones políticas, sentimentales, existenciales, en fin. En mi caso depende del momento, la motivación o la situación, puede tener varios motivos. A veces la escritura la motiva un sueño, una lectura, una injusticia, una imagen cotidiana, un sentimiento vago, unos ojos tristes, la melancolía de los días... El mecanismo de la escritura es lúcido y a la vez misterioso.
La escritura autorreferencial de Ennio Jiménez Emán.
Diario nómada es la última creación literaria del ensayista, actualmente residenciado en San Felipe, estado Yaracuy. Presenta en el texto una estructura fragmentaria pero con sugerencias variadas, desde sus experiencias vitales, pasando por las lecturas que realizó en el lapso de tiempo que estuvo escribiendo el libro; también evoca recuerdos personales y amistades. Se trata de un libro ecléctico, con un ritmo escritural que absorbe al lector en las anécdotas narradas. Ágil y al mismo tiempo profundo, está siempre presente en el texto el tono ensayístico y reflexivo, donde está presente cierta nostalgia, la de lo que se podría o se pudo haber vivido. Cuenta que se trata de un diario experimental, una suerte de collage literario. Al respecto agrega: “En el lapso de su escritura (2000-2001) yo estaba pasando por un momento especial. Había viajado varias veces a Europa y guardaba imágenes y recuerdos frescos. Estaba también leyendo diarios de escritores y pensadores que seguramente influyeron en su escritura: Salvador Pániker, Arrabal, Ciryl Conolly, Baudrillard”.
¿Por qué específicamente un diario y no un ensayo, por ejemplo?
—Sentí que a través de este medio podía expresar libremente mis pensamientos lecturas, obsesiones, y a la vez podía incluir elementos autobiográficos. También pasaba por una situación sentimental-amorosa muy particular que igualmente incluí en el texto. Conolly había hecho lo mismo en un diario muy parecido al mío, que me dio a conocer Sael Ibáñez, pero que leí ya finalizando el libro. Es un libro abierto. Quizás un día de éstos lo retome y continúe, quién sabe. En Venezuela la escritura de Diarios es muy escasa. Miranda llevaba uno monumental, es el precursor, doblemente precursor. Blanco Fombona es el segundo en importancia. En nuestros días el diario literario de Alejandro Oliveros es muy interesante.
También noto una gran preocupación por el tema de la globalización y la alienación del hombre ante la propaganda y lo postmoderno.
—Sí, la cosificación del hombre y todo eso no es sólo un cuento de camino, es algo real. Las máquinas han apartado al hombre de nuestro tiempo de muchas cosas esenciales de su condición. Esta crisis espiritual y vacío humanístico ya había sido avizorada por los escritores románticos europeos de los siglos XVIII y XIX, y fue recalcada por los pensadores y escritores existencialistas. Luego por los escritores de la Contracultura, ya bien entrado el siglo XX, cuando el pensamiento racionalista y la barbarie técnica fueron llevados a límites aberrantes, a extremos peligrosos. Hoy en día la tecnociencia es más sofisticada y seductoramente peligrosa. El afán prometeico del hombre ha convertido a la ciencia y a la técnica en dueños del planeta, poniendo en peligro el equilibrio ecológico y la supervivencia de la especie.
Literatura y Artes Plásticas: entre el “signo y el garabato”.
Usted tiene un trabajo como artista plástico, de hecho, una de las técnicas con la que trabaja es el collage. ¿Cuándo comenzaron esas inquietudes? ¿Eran paralelas con lo literario?
—Sí, desde pequeño siempre he garabateado en un papel. Mis inquietudes plásticas han ido a la par con las literarias. En bachillerato muchas veces mientras el profesor disertaba yo emborronaba la parte trasera del cuaderno. Con frecuencia me han seducido e inquietado “el signo y el garabato”, para usar un título de Octavio Paz. Ambos constituyen una tentativa y una tentación frente al vacío de la página en b1anco. Una palabra que se borra, un trazo que se aclara. Mi búsqueda actual en la plástica oscila entre dos lenguajes contemporáneos: la abstracción lírica o informalismo y el collage.
¿El lenguaje propio de la plástica podría unirse con el literario? ¿Cómo confluyen en usted estas dos ramas del arte?
—En mis dibujos abstractos muchas veces incorporo textos literarios o textos vacíos que no dicen nada, letras sueltas. Son recuerdos y recuentos sígnicos de lo que suelo percibir frecuentemente en la calle, en las paredes, en los muros esconchados, en alguna frase pronunciada o leída. El lenguaje también puede tener cuerpo y estructura plástica, por ejemplo en el arte islámico, donde se induce a la oración y a la vez se dibuja con la escritura. Tápies es un buen ejemplo de cómo incorporar la escritura a la pintura y elaborar un lenguaje plástico. Indudablemente plástica y escritura, y por qué no, literatura, tienen muchas posibilidades, muchos puntos en contacto.
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