lunes, 11 de octubre de 2010

Poe en Nueva York

Por: Ennio Jiménez Emán


Las fotografías urbanas de Manhattan y el Bronx, y las de interiores de la cabaña que habitó Poe en el Bronx, corresponden a E.J.E. Igualmente el collage que ilustra el Blog.




Desde su primer contacto con esta ciudad cosmopolita (1831), Poe estableció una relación ambivalente con la misma. Por un lado, detestaba las aglomeraciones urbanas y los cenáculos de encumbrados, engreídos y mediocres intelectuales; por el otro, buscaba sumergirse en el dinamismo de una gran ciudad que le brindara oportunidad de ejercer sus dotes de escritor y crítico. Aunque el poeta, criado en Virginia, había vivido en Boston y Baltimore se encontraba ansioso de establecerse algún día en Nueva York definitivamente, hasta donde habían llegado sus éxitos como escritor. En esta ciudad Poe pasó quizás sus peores momentos existenciales, y produjo a la vez sus obras mejor logradas desde el punto de vista literario.

Su carrera como escritor fue vertiginosa. Su primer libro, Tamerlán y otros poemas, lo hizo imprimir de su propio bolsillo, sin nombre, en Boston, en 1829, el mismo año en que murió su madre adoptiva. En 1831, luego de haberse hecho expulsar de la Academia Militar de West Point llegó entonces, por primera vez a Nueva York con unos cuantos dólares en los bolsillos, que habían reunido sus compañeros cadetes de la academia para que editara un nuevo volumen de poemas. Ese mismo año lo publicó: Poemas, ahora sí firmado con su nombre en el cual autor incluye textos nuevos, otros viejos y algunos corregidos y mejorados. Empezó a ganar fama. Algunos de los poemas de este libro están considerados hoy en el mundo anglosajón como obras maestras que fueron guía y síntesis para el simbolismo poético del siglo XIX, tal es el caso de “La Ciudad del Mar”, cuyos versos iniciales rezan: “He aquí que la muerte ha erigido un trono en una extraña ciudad solitaria allá lejos, en el sombrío Oeste”.

Aunque logró publicar este libro, los meses que el poeta pasó en la ciudad, fueron desgraciados; casi sin un céntimo, vagó de un sitio a otro y es probable que haya pernoctado en oscuros albergues. Presa de presiones psicológicas y de estados melancólicos, seguramente aquí se consolidó su afición a la bebida y al consumo de láudano. La crisis del abandono de West Point y la ruptura con su padre adoptivo, John Allan, habían hecho estragos en la frágil constitución nerviosa de Poe, y estalló con toda su potencia en esos días neoyorquinos. Dicha constitución la heredó de sus verdaderos padres, David Poe, actor de teatro, bebedor impulsivo y sometido a diversos cambios de humor; y de Elizabeth Poe, actriz, mujer de temperamento exaltado, poseedora de un encanto mórbido. Para uno de sus biógrafos el poeta fue depositario de “factores hereditarios enormemente desequilibrados y funestos, bajo cuyo peso veremos errar a Poe en el oscuro espacio que media entre el genio y la locura”. Su trágica y atribulada vida encaja, pues, muy bien, dentro del parámetro del “poeta maldito”, modelo del genio durante el siglo XIX.

Vuelto a Baltimore después de unos meses (no se sabe cuántos exactamente) en Nueva York, vivió una existencia de verdadera pobreza, casi de miseria material y comenzó a escribir prosa. Muerto su hermano, se instaló en su buhardilla, y de allí salieron sus primeras doce narraciones cortas (short stories), hoy día consideradas piezas magistrales, publicadas casi todas en el Philadelphia Saturday Courier. Volvió a Virginia peleado con su padre adoptivo y encontró como protector a Thomas White.

En Richmond, desde pequeño, Poe fue educado en la más rancia tradición aristocrática por sus ricos padres adoptivos. En Virginia fungió como redactor de periódicos y revistas, se hizo cargo de su tía Mrs. Clem, y de su prima Virginia, con quien después se casó en 1836. Esta mujer enfermiza de 14 años, de frágil constitución, casi etérea y de inmensos ojos, (Poe la llamaba child wife), fue un verdadero alivio para el atormentado poeta, y parece haber sido el arquetipo de muchos de sus relatos; algún crítico opinó que “Las mujeres de las historias de Poe son casi incorpóreas, seres etéreos de belleza enigmática y casi siempre cercanos a la enfermedad y la muerte”.

En Richmond se fue consolidando como cuentista y crítico de primera línea, y cuando su protector se vio en dificultades financieras, fue de nuevo a instalarse en Nueva York en 1836, donde paso dieciocho meses. Estos meses no fueron de grandes pronósticos; asistió en la ciudad como espectador de una de la más aparatosas bancarrotas que padeció la urbe; grandes y prestigiosas empresas quebraron y no pudieron cancelar a sus ahorradores y pequeños comerciantes se arruinaron. The New York Review, que pensaba tener a Poe como colaborador, cerró sus puertas. Pudo vivir unos meses en la ciudad gracias a los buenos oficios de la tía Clem que estaba con los esposos Poe. En Carmine Street, abrió una pequeña pensión y con el poco dinero de los inquilinos, lograron solventar el gasto de algunos meses. Sin embargo, en estos días de penuria económica el poeta escribió su obra más larga en prosa: Narración de Arthur Gordon Pym. Con esta pieza, su autor se convierte en un precursor de la ciencia-ficción; considerada por su torrencial derroche de imágenes y visiones, como uno de los relatos más grandiosos que Poe haya escrito nunca. De nuevo la ciudad, de manera inexplicable, le motivaba fuertes dosis de inspiración. La atmósfera romántica, a veces un tanto siniestra y fantasmagórica que irradiaba Nueva York, con sus toques góticos y la silueta espectral que dibujaba en la distancia alumbrada por las débiles luces de gas, debió impresionar a Poe.

De aquí paso Poe a Filadelfia. En estos días aparece en Baltimore su cuento maestro, "Ligeia" donde campea la interacción entre el amor, la belleza y la muerte, envuelto en una atmósfera espectral. Según el crítico Walter Lenning, “Con esta narración Poe supera todos los modelos corrientes de historias románticas de espíritus y sueños. Un medio y una nostalgia primitivos susurran juntos en un oscilante y simbólico sueño de opio”. Empieza también a escribir sus relatos de corte policíaco (el ciclo del detective Dupin): Los crímenes de la calle Morgue, El misterio de Marie Roget, con los que funda el género. Para Joseph Krutch (1926), “Poe inventó las historias detectivescas para no volverse loco”, tal era la atmósfera fantasmagórica y trágica en la que parecía envuelto: padecía de extravíos mentales, accesos de locura, delirios alcohólicos, enigmáticos estados de angustia, crisis de nervios, depresiones melancólicas, manías persecutorias, hipocondría, alucinaciones. En esta ciudad también apareció, en esa época, El escarabajo de oro, una de sus más famosas narraciones. Se editó toda su obra en prosa anterior, y su fama como literato, crítico y poeta se agrandaba cada vez más, a pesar de no haber podido fundar aquí una revista propia.

Durante su estadía en Filadelfia, también fustigó, en diversos periódicos, a los escritores que hacían críticas mercenarias para destruir, reseñas que eran pagadas por los libreros y editores y donde se perdía la objetividad. La situación en la ciudad se le hizo cada vez más insoportable, debido a las disputas con los círculos literarios y por la animadversión que generó entre los escritorzuelos locales.

De aquí, otra vez a Nueva York, en su última y más larga estadía: 5 años. Llega en abril de 1844 con Virginia, muy delicada de salud (tenía tuberculosis). Por una temporada se mantuvo a flote con la venta de algunos de sus libros y enseres que hizo en Filadelfia y con trabajos ocasionales y reseñas para los periódicos neoyorquinos. Al principio se estableció en una espaciosa granja a orillas del Hudson (la Finca Brennan), y vivió allí seis o siete meses, esperando que la salud de su esposa mejorara, al igual que su situación económica. Ninguna de los dos cosas ocurrió; pero en esta granja Poe escribió la última de sus historias policíacas, “La carta robada”, y su poema más famoso y universal, “El cuervo”, traducido en su época, en Francia por Mallarmé, y en Venezuela por Pérez Bonalde, entre otros, versiones que pasan por ser las más perfectas que se hallan logrado en otro idioma, del magistral poema. Allí, su creador pone en práctica lo mejor de su credo poético: dominio de la rima interna, variación de las estrofas, ordenación de las vocales hasta encontrar vibraciones y delicadas resonancias musicales. En este texto, según un crítico, “La unión de esa lengua artística y esa disposición magistral desembocará finalmente en un punto donde el contenido recuerda casi el encanto melancólico de una antigua música fúnebre y se funde con el ritmo en una unidad mágica”. “El cuervo” fue publicado por primera vez en Nueva York, en el Evening Mirror, en enero de 1845. En este periódico, Poe había entrado como uno de los redactores y su actividad allí duró varios meses. El poema trajo una legión de malos imitadores a lo largo de todos los Estados Unidos, incluso en Inglaterra, y fue recitado por su autor en varias ciudades.

Más tarde, trabajó en otra publicación: el Broadway Journal, y suscitó una candente polémica donde acusó de plagio al escritor neoyorquino Henry Lonfellow. Esta situación originó otro escándalo literario entre los escritores citadinos, sin tomar partido el propio Longfellow, y que obligó después a Poe a rectificar el tono de sus ideas, a veces un tanto duras e injustificadas contra dicho autor. Sin embargo, dejó un ácido resquemor entre los círculos literarios de la ciudad y por el cual le pasaron factura. En este periódico, el poeta ejerció la crítica teatral, hizo reseñas de espectáculos y dio conferencias. Hizo vida social y su casa se convirtió en centro de reuniones de intelectuales. Los tiempos parecían ser dichosos pero la salud de su esposa Virginia empeoró. Su fama se acrecentaba, pero continuaba tan pobre como antes.

Los años 1844-45 fueron, pues, muy movidos para Poe y su familia en N.Y. Primero se trasladaron a la Finca Brennan en el Alto Manhhattan, (donde, como ya vimos, escribió "El cuervo" y actualmente existe una calle con su nombre, por la cual pasé y tomé fotografías) y después de ocho meses, en febrero de 1845, se mudaron a 15 Amity Street (o calle de la Amistad, hoy 15 West 3rd. Street, cerca de Carmine Street, donde había vivido cuando llegó por primera vez a la ciudad); meses después se mudó a otra residencia cercana y luego el mismo año de nuevo volvió a la calle Amistad no. 85 (hoy 85 West 3rd). Este último inmueble hoy está restaurado y pertenece a los predios de la Universidad de Nueva York.

Se presentó el fatídico año 1846. Poe comenzó a escribir una serie de artículos para una revista muy popular de Filadelfia, lo cual llegó a convertirse en esa época en su única fuente de ingresos. Los artículos se centraban en el ataque frontal a los escritores neoyorquinos. Los autores que allí se nombraban, para muchos críticos, han pasado a la posteridad gracias a las opiniones de Poe, dándole la razón por las ideas expresadas. Pero los autores aludidos atacaron al poeta en uno de sus puntos flacos, la bebida, y elaboraron un retrato grosero y grotesco del autor de “El cuervo”. Poe expresó: “Mis enemigos atribuyen la locura a la bebida y no la bebida a la locura”.

Por el escándalo armado y por la salud de Virginia, el poeta se retiró al campo, a la aldea de Fordham, (hoy día distrito del Bronx), donde alquiló una casa de campo. (A esta pequeña cabaña que ahora fue mudada unos cuantos metros más al oeste, hice yo una religiosa visita en 1995, durante una estadía corta en Nueva York, como un secreto homenaje a Poe). Allí agravó la salud de Virginia y luego murió. Estaba casi en la miseria en esos días. Desconsolado se sumergió en una crisis continua que lo mantuvo en cama varias semanas, al cuidado de su tía. Sin embargo, saliendo a flote, y en un rapto de inspirada melancolía, en esos días escribió poemas tan importantes como “Ulalume”, “The bells”, y su magistral ensayo-poema de aliento cósmico-metafísico, Eureka. En una carta expresaría de esta obra: “Ya no me queda nada más en la vida después de haber escrito Eureka”. En este texto intentaba Poe, nada menos, dar una explicación del universo, basada en una embriagada especulación poética y religiosa que no desdeña los tintes científicos.

Otras obras escritas allí fueron: “Hop-Frog”, y “La barrica del amontillado”. Medio recuperado, después de una breve escapada a Richmond para hacer algunos contactos literarios y por cierta nostalgia de sus años infantiles, y en la cual estuvo casi todo el tiempo borracho, volvió a Nueva York no sin antes hacer una escala en Providence, Rhode Island, donde vivió una pasión excéntrica con una viuda cuarentona, con la que estuvo a punto de casarse. A su paso por esta ciudad, a lo mejor también sembró el germen que enfermó a uno de sus nietos contemporáneos: el visionario H. P. Lovecraft.

Los últimos tres años de Poe tienen como centro a Nueva York con estadías cortas en Boston y Richmond. Para su biógrafo W. Lenning estos tres años, “son de una monotonía torturante y desconsoladora, un errado torbellino de excesos, derrumbamientos y amoríos histéricos, cuyas causas tal vez haya que buscarlas en un creciente desmoronamiento de su personalidad”. En junio de 1849 sale definitivamente de Nueva York y en octubre del mismo año muere en Baltimore a los 40 años. Había nacido en Boston en 1809. Su periplo por esta seductora y a la vez desgarradora ciudad, estaba concluído. Como afirma Lenning: “El escritor había viajado a Filadelfia y luego a Nueva York, con la seguridad de que las posibilidades de publicidad eran bastante mayores en estos estados que en el estancado Sur, pero no consiguió hacerse a la mentalidad yankee, cuyos axiomas eran -y son- optimismo, creencia en el progreso y mejora del mundo”.

Lecturas:

1. Walter Lenning, E. A. Poe. Editorial Salvat, Barcelona, 1985.

2. Julio Cortázar, Edgar Allan Poe. Ensayos y críticas. Alianza Editorial, Madrid, 1973.

3. A.H. Quinn, Edgar Allan Poe. A critical biography. New York, 1941.

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